jueves, 25 de noviembre de 2010

El hombre de la casa de cartón

En una calle larga que separa dos tipos de vida diferentes en un mismo distrito de la ciudad de París donde consigues miles de peluquerías africanas con sus promotores en cada puerta obligándote prácticamente ha transformarte las uñas en pedazos de acrílico con geroglifos y decoraciones extrañas, con un largor infinito parecido a las uñas de la bruja de Blancanieves o , si no , cortarte el pelo al estilo afro o Bob Marley ; en fin, ahí se encuentra “el hombre de la casa de cartón” . Un individuo que ha escogido con certeza y seriedad su esquina, formando parte del decoro de la gran avenida que colinda con Château d`eau, una larga calle que se encuentra en el distrito diez de París donde me he mudado ahora.

Cada lunes, martes y jueves que emprendo la ruta para llegar unas veces tranquila otras veces corriendo a la clase de francés, lo veo y desde el primer momento me ha llamado la atención su fidelidad y fiereza con la que defiende su esquina. Con tan solo un trazo de cartón que utiliza para cubrirse de la lluvia, porque en París es más lo que llueve que lo que sale el sol; unas cuantas bolsas ruidas de diferentes comercios de alimentos como supermercados Carrefour y Lidel , este señor se sienta, duerme, reflexiona, observa justo en la esquina más transitada y complicada de la avenida; para poder cruzar la calle por el paso peatonal te lo topas y en todo sentido lo vez, que si fuera publicista o un encuestador haría su agosto, como decimos los venezolanos porque no hay forma de que no te tropieces al hombre aún con la mirada.

Viendo a éste señor todos los días, digo yo: enamorado de su esquina , dejándose rozar la cara con las gotas de lluvia fría que cubre el cielo parisino, que no tiene letreritos de SVP “s' il vous plait” “por favor” queriendo decir dame algún centavito para comer que estoy loco, desempleado, perdido, esquizofrénico etc. No, éste señor se sienta ahí y lo que hace es recostarse en pleno cruce a reflexionar y observar. Es ahí cuando comienzo ha aventurarme un poco con mis historias: ¿será que ese es su trabajo?, ¿el señor está perdido desde hace años?, ¿nunca conoció al amor de su vida?, ¿lo botaron de su casa o del asilo?, ¿bebió tanto que el alcohol no lo absorbe? o quizás es un filósofo vestido de indigente haciéndose el loco para rescatar frases en el aire y dejarse robar el alma por aquellos que lo ven y le pasan por encima, posiblemente sea un físico tratando de descifrar la fórmula del equilibrio social o un Alquimista ensayando el camino hacia la felicidad, no lo sé y al final de cuentas: qué importa o a quién le importa... pero me da la impresión que ese es su trabajo.

La gente que cruza constantemente la avenida principal para conectar con otras vías alternas se han acostumbrado a este personaje, tanto así, que lo han transformado en un ser invisible. Así son las ciudades grandes con una cotidianidad intransigente, autómata e individualista. En algunas circunstancias los seres humanos pasamos a ser pelusas, seres invisibles, antagónicos, cansados. Muchos me han dicho “pero por qué te llama la atención ese hombre , es un indigente más en París” yo respondo “si , quizás un indigente más como en cualquier parte del mundo, pero lo que me llama la atención es como quiere su esquina y como la disfruta sin pedir nada a cambio”

Régis me comentó que aquí en París los indigentes suelen escoger sus esquinas y barrios, creando su propio mundo dentro de otro mundo y como no se sabe cuál es el más miserable, todos somos felices a nuestra manera.

El hombre de la casa de cartón me dio un poco de envidia porque en su pequeño mundo y sin yo saber quizás cuántos problemas habrá tenido en su vida o tiene actualmente, ha sido decidido y firme “ aquí me quedo y quizás aquí muero” tiene su rincón que le representa algo de lo poco que tiene y para él lo es todo. No tiene trabajo, pero tampoco pide dinero o quizás hace otras cosas para comer, el sentido es que quizás los locos saben más que los cuerdos aunque mi abuela decía “ los locos comen mierda y si no lo vez comiendo mierda literalmente, se hacen los pendejos” posiblemente este hombre se hace el pendejo y aprovecha la reacción de la gente para crear su obra magistral o quizás nos utiliza como ratones de laboratorio para su tesis de vida…

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