miércoles, 15 de diciembre de 2010

"La sonata de un hombre bueno"

Caminando por ahí me fijé en un personaje, un hombre mayor, parecía triste o no sé si era el decoro que hacía la visita un poco nostálgica. Paredes del siglo pasado, un galpón vino tinto cerca del barrio diez donde venden antiguedades o cachivaches que la gente ya no usa "Brocante" . Ahí me topé con él, no le hablé, tomaba un café y miraba sin mirar dándole vueltas a la cuchara con movimientos repetitivos. Yo, como no tenía nada que hacer sino seguir agarrando la vida de los demás e inventarles cosas sin pedirles permiso, le quise escribir un relato porque un poco de ocurrencia es lo que sucede cuando, literalmente te pierdes en las calles de París …

El título lo tomé prestado de una película que vi hace poco que se me había metido en la cabeza " La vie des autres" que cuenta la historia de algunos aristas antes de la caída del Muro de Berlín cuando vivían en el lado comunista, suicidios y frustraciones de sentirse traicionados por sus propios ideales o por ellos mismos... en fin es una mezcla de sentimientos que se me acumulan cuando me pierdo por ahí y tengo el tiempo para hacerlo....

“ La sonata de un hombre bueno”

Solo en su salón advierte su desventura, un hombre atado a sus prejuicios, el desconocimiento de lo que es real o virtual, lo que le place por convicción o lo que lo motiva por desconocimiento de la realidad. Una sonata que escucha sumiso en su confidencia lo hace desmesurar su propia individualidad atacándolo ferozmente, hasta lograr desnudarlo y sumergirlo en los recuerdos . “Mal consejero” o “pájaro de mal agüero” le decía su tía abuela cuando el señor de los recuerdos le tocaba la puerta al ego; decía que lo hacía para inmortalizar la idea que era tierra y lo que sembrara lo recogería a punta de pala si era bondadoso, sino, lo enterraría hasta el cuello para que todos lo miraran desde arriba y así sintiese vergüenza. La voz de la tía abuela tronaba en aquel salón con la misma fuerza con la que los recuerdos rebotaban como proyecciones por cada muro vino tinto que recubría aquel salón maldito.

Éste fue el lugar donde comprometió su alma y es ahí donde comienza la historia de un individuo que crea fantasmas, excusas , se siente vigilado y por consiguiente obliga a vigilar a rastrear como los perros, buscar pruebas que lo ayuden a no seguir temeroso de su propia desdicha: la mala suerte de saber que las cosas han cambiado que sus ideales lo traicionaron que no le queda otra forma que sobornar su propio criterio para seguir creyendo que existe esa línea imaginaria entre el deber ser y el saber hacer. ¿A partir de qué momento dejó de mirarla, tocarla, besarla? ¿en qué instante se había encerrado en aquel salón y separado del mundo? Quizás cuando comenzó a dominarse con el tiempo , las ideas y de forzar el devenir de las cosas desafiando las teorías de causa y efecto.

Un hombre solo, desde su salón, confunde el sentido común con la paranoia, la ignorancia con la manipulación y que todo lo que crea son personajes, héroes en la historia de la humanidad en la que ya no cree. La sonata lo hace descubrir una condición que lo persigue: la enfermedad de la conspiración un boicot a su propio ser que le costará la vida. ¿ Cuándo dejó de amar? ¿ en qué momento dejó de mirar a los ojos? Los síntomas son claros. No duerme, fuma en abundancia, ya no escribe, decide registrar movimientos y conversaciones ocultas, se crea amigos imaginarios ya no puede hablar con nadie, necesita conseguir respuestas, le tiene miedo al fracaso, no acepta disidencias, no se acepta aceptar, escuchar ni llorar. “ el fracaso” se repite , ”lo tengo impreso y tatuado, la gente ya me mira desde arriba, comienzo a sentir vergüenza”

Solo en su salón advierte su mala suerte, siente que la muerte es más efectiva y menos dolorosa que la soledad, y le pide que decida por él porque no soporta sentir la pérdida convertirse en perdedor de su trofeo, de lo que más amaba y llora . Era inminente, su pesadilla de saber y buscar fantasmas le hizo entender que se había acabado que ya no confiaba en él, en su arte que sólo quedaba esperar a que la sirena sonara, vuelve a llorar pasivamente sin desmoronarse, sin lágrimas sólo pequeños cortes de respiración.

En su estancia en ese espacio que le cambió la vida peca por visionar el futuro avenir y no veía más que su miseria mezquina , haberse enamorado, quizás, de la mujer equivocada, haber hablado demás , no escuchar, quizás haber sido menos impaciente , pero era inaplazable: ella se marcharía, él lo sabía.

Ella, decidida toma una ducha , se viste como de costumbre, con la puerta cerrada, se maquilla los ojos y se coloca labial rojo en sus carnosos labios, con vestido negro, guantes rojos y con maleta en mano desde el largo corredor de la habitación le dice que se marcha; el hombre no voltea, sólo el perfume de la premonición es absorbido por cada orificio de su nariz, produciéndole el efecto químico más detestado por el hombre: arrepentimiento, impotencia para luego con los ojos cargados, las manos colocadas dulcemente sobre el pequeño escritorio frente a la ventana y una minúscula máquina de escribir, sin mirarla siquiera un instante, el último de su vida , con cobardía la deja partir, “ estaba escrito” “estaba condenado” dice él “estoy condenado” .

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